viernes, 21 de junio de 2013

Postmodernidad, legitimidad y Educación.

Lyotard (1986), señala que la postmodernidad es una determinada condición del pensamiento por la que se define una nueva situación cultural, una situación en la que la ciencia, es la principal forma de conocimiento legítimo en la modernidad, ha perdido el amparo de los metadiscursos. Ha dejado de ser un discurso privilegiado sobre el que basar un diseño de la acción social que ahora queda disuelto en una pluralidad de juegos lingüísticos provistos de criterios de conocimiento particulares e incapaces de proporcionar una imagen objetiva y generalmente aceptada del orden de las cosas, lo que la postmodernidad presenta no es una diferencia ideológica más, sino una diferencia paradigmática, sin embargo la postmodernidad es adentrarse en la atmósfera del juego de lenguaje y de ideas que preside las condiciones en que el término es utilizado y aceptado. Weber, después de todo, entendió la legitimidad a partir de la creencia en la validez de un orden. Su perspectiva, por tanto, es especialmente significativa a la hora de conectar la experiencia de crisis de la postmodernidad con el análisis de la pérdida de validez vivida de la red de isotopías básicas de la modernidad. (Power 1990, Hassard 1993) debe poner en relación las formas legítimas del conocer con las formas legítimas de administrar el saber y el poder. Todos estos gestos del pensamiento postmoderno no se han quedado reducidos simplemente a una crisis académica del saber objetivo, sino que se han proyectado rápidamente sobre ámbitos decisivos de nuestra experiencia cotidiana y nuestros marcos habituales de identidad cultural. Cabe destacar que en la primera de las versiones, la humanidad aparece como el héroe de la libertad, y el pueblo, como el verdadero sujeto colectivo destinatario de los frutos del progreso científico. las sociedades postmodernas no conocen una descripción única, las diversas culturas y formas de vida son legítimas y defendibles, de esta manera se unen significativamente la razón y las creencias, pues la educación cree en la posibilidad de un futuro mejor en el seno de una sociedad verdaderamente democrática, ya que los planes de educación popular es que el profesor deseado es un profesor motivado, realizado y creativo cuya competencia depende en gran medida de que su labor intelectual como distribuidor de conocimiento se revista de los valores laborales de un nuevo profesionalismo docente: satisfacción en el trabajo, sentido de la eficacia, implicación y compromiso, independencia, perspectiva de carrera y formación permanente.